martes, 24 de julio de 2007

DOCE PREMISAS PARA UNA REFORMA UNIVERSITARIA

La Universidad entre Todos

La Universidad de la República debe promover un profundo debate sobre la educación superior en Uruguay, involucrando a toda la comunidad universitaria, pero no exclusivamente a ella. Toda la sociedad tiene el derecho y la responsabilidad de pronunciarse sobre su Universidad y su destino. La visión de nuestro pueblo, de sus trabajadores y cooperativistas, de los jóvenes que aún no han podido ingresar a nuestra Casa Mayor de Estudios debe conformar una contribución sustantiva en el programa que conduzca a la transformación de la Universidad en un modelo de la nueva Universidad Latinoamericana, siempre fiel a los principios que la han conducido a lo largo de su historia, pero renovada en su brío transformador.

La Universidad Abierta


Los estudiantes queremos muchos más estudiantes universitarios. Es una verdad inocultable que a la formación superior no accede quien lo desea sino los que pueden entre aquellos que lo desean. Uruguay expone una tasa de escolarización terciaria muy inferior a la media de los países centrales y no es posible soñar con un Uruguay distinto, justo, solidario que le brinde la posibilidad de desarrollarse integralmente a todos, si la educación no deja de ser un derecho formal, pero no efectivo y continúa en los hechos constituyendo un privilegio. Por ello, no forma parte de nuestro programa de reforma universitaria ninguna propuesta de limitación del ingreso, egreso o de la permanencia por razones económicas -como la matrícula- o por demandas académicas inexigibles -como la prueba de ingreso eliminatoria-. Muy por el contrario, debemos promover modalides y trayectos distintos que tiendan a igualar a las personas que vienen con formación cualitativamente variada, y políticas efectivas de apoyo económico a los que menos tienen, preservando la educación gratuita en todos los niveles educativos, incluídos los posgrados y educación permanente.

La Universidad Autónoma


La autonomía conquistada tras la lucha obrero estudiantil es un valor a preservar por siempre. Ella entendida en su sentido amplio, y ampliamente consensuado: de independencia de poderes externos, de su capacidad absoluta de autoregularse dictándose a sí misma las normas que la conduzcan, reclamando además su autonomía financiera. Ello no supone la indiferencia a lo que la sociedad proponga, demande, o exprese. La autonomía es un valor constitutivo de la Universidad Latinoamericana, pero no es una excusa para la sordera ni para el enclaustramiento universitario. La Universidad se debe a su pueblo y sólo una mal comprendida autonomía puede justificar una Universidad que se aísla de los problemas que nuestro pueblo sufre. La Universidad Latinoamericana debe estar absolutamente inmersa en la sociedad a la que pertenece.


La Universidad Cogobernada y Participativa


El cogobierno de los órdenes universitarios postulado en el Congreso de 1908, conquistado en Ley Orgánica de 1958 debe ser comprendido en su doble virtud, la de permitir que toda la comunidad universitaria -incluso sus funcionarios no docentes- participen en el gobierno de la Institución que los cobija, pero además por su profundo valor formativo para todos. El cogobierno participativo no sólo debería ser la expresión más profunda de la democracia universitaria, sino una herramienta para la construcción de ciudadanos críticos, responsables y comprometidos con el destino su pueblo.

Una nueva reforma universitaria debe bregar por devolver su vida al cogobierno, discutiendo a fondo nuevas formas, nuevas modalidades, nuevas estructuras que promuevan la participación de todos los universitarios, no sólo como un derecho, sino como una responsabilidad verdaderamente intransferible de toda la comunidad y sus cuatro órdenes.

La Universidad de las funciones integradas


Las tres funciones de la Universidad Latinoamericana no pueden ser concebidas como compartimentos estancos, entidades disjuntas y muchas veces apenas apreciadas. No puede existir una buena enseñanza si no va de la mano de la producción de conocimiento y no puede haber una enseñanza que forje hombres y mujeres éticos, comprometidos y críticos, si en el tránsito de su formación se los mantiene alejados de los problemas de nuestra sociedad y de las diversas formas de conocimiento acumuladas en el seno de nuestro pueblo. Interconectar las tres funciones, con estrategias creativas de educación, con aproximaciones tempranas a la producción de conocimiento, con interacción permanente con la sociedad extramuros debe ser uno de los objetivos fundamentales de la transformación universitaria.

La primera función: Una educación liberadora


Más allá de las profundas connotaciones filosóficas y políticas de una educación que busque hombres y mujeres libres, es necesario comprender la necesidad objetiva en la sociedad del conocimiento, de abandonar la exclusividad de los modelos de educación profesionalista y los esquemas rigurosamente disciplinares, promoviendo el tránsito horizontal dentro de las áreas de conocimiento y entre las mismas, de modo de permitir que los estudiantes vayan construyendo formaciones trasversales, nuevas, interdisciplinarias, que los posibilite afrontar nuevas problemáticas. Ello no implica la eliminación de los trayectos verticales, de las formaciones profesionales, supone abrir una gama enorme de posibilidades formativas, promoviendo a su vez la creación de nuevos campos disciplinares y nuevas áreas de producción de conocimiento.
Una educación liberadora, en el marco de un país subdesarrollado y dependiente, no puede obviar las diferencias al inicio con las que llegan los estudiantes en función de la realidad social y económica que los comprenda. Pero una educación superior nueva no debe clasificar para distribuir a sub niveles educativos de “diferente categoría” en función de las situaciones académicas al inicio, sino que debe promover un trayecto distinto para personas con formaciones distintas, pero con un horizonte convergente, e igualador. De lo contrario, transformaríamos a la educación universitaria en un espacio sólo accesible para las élites minoritarias en una sociedad signada por la injusticia y la desigualdad.

La segunda función: La creación de conocimiento pertinente

La investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación forman parte de la segunda función esencial de la Universidad Latinoamericana. En un contexto de subdesarrollo, de recursos limitados, de infraestructura restringida es absolutamente imprescindible la elaboración de agendas de investigación que establezcan prioridades claras vinculadas con el desarrollo nacional en todas las dimensiones del desarrollo. Esto no significa la eliminación de las miradas de largo plazo, no representa una enfoque cortoplacista de la investigación o la sobre valoración de la investigación aplicada, en perjuicio de la investigación fundamental. Significa el establecimiento de prioridades en un entorno saludable de diversidad en las líneas de producción de conocimiento, preservando siempre un amplio ecosistema creativo, pero observando muy particularmente las demandas de nuestro país, su sociedad y su sector productivo -en su amplio sentido-.
Por su parte, la educación superior no puede desligarse de la producción de conocimiento, por lo que deben elaborarse políticas efectivas de incorporación de todos los estudiantes desde muy temprano a los ámbitos de creación de conocimiento, desarrollo e innovación, tanto en la Universidad como en otros ámbitos de la sociedad y del sector productivo.

La tercera función: Una Universidad Inmersa en la Sociedad

Tal vez la tercera función de la Universidad Latinoamericana constituya uno de los aportes más originales de este modelo a la humanidad. La extensión universitaria, comprendida como un espacio de formación exclaustrada, inserta en la sociedad, bidireccional, contributiva al desarrollo local y nacional, es una de las mejores herramientas para formar individuos de la mayor estatura ética, con el mayor compromiso con su pueblo y con su tiempo y, por cierto, plenamente concientes de los padecimientos a los que los modelos de exclusión han conducido a la mayor parte de la sociedad. Es también, en su sentido amplio, un instrumento para vincular a la Universidad con el país y para contribuir con el crecimiento cultural y político de todos los universitarios y los no universitarios.
Comprende además de un derecho de todos los universitarios, una herramienta formativa para todos y una forma de ejercer la responsabilidad social que todos los que pudimos acceder a la educación superior tenemos, en un país, que como ya hemos dicho, la educación superior es un derecho meramente formal, pero todavía constituye en la práctica un privilegio de pocos.

La Universidad Comprometida, Responsable y Crítica

Tal como impera el segundo artículo de la Ley Orgánica, la Universidad tiene la obligación de pronunciarse sobre los problemas de interés general, intentando con su pronunciamiento otorgar una mirada nutrida del conocimiento que en su seno se produce que permita a la sociedad contar con nuevas herramientas para conducir su propio destino. Una Universidad que calla es una Universidad prescindente, aislada y muchas veces cómplice. Pero para que pueda producirse el pronunciamiento universitario, su contribución a la cultura y a la defensa de los derechos culturales, políticos, económicos y sociales de toda la humanidad, la comunidad universitaria debe asumir un profundo compromiso social y actuar con la mayor responsabilidad sin ahorrar la crítica cuando corresponda en el ejercicio de la más amplia libertad de opinión y su consagrada autonomía.

La Universidad Promotora de la Cultura


El segundo artículo de la Ley Orgánica no puede considerarse una enunciación vaga de los fines de la Universidad. Ordena, define, comprende sus razones de ser. Y dice allí: “Le incumbe asimismo, a través de todos sus órganos, en sus respectivas competencias, acrecentar, difundir y defender la cultura”.
Acrecentar, difundir y defender la cultura es concebir a la Universidad a su vez como un gran espacio cultural de nuestro país y no debe, entonces, la Universidad restringirse a salones y laboratorios, debe ser teatro y cine, y danza y mural y sala de exposiciones plásticas permanentes y espacio literario y sitio que promueva el sincretismo de todas las formas de expresión artística que coexisten en nuestro pueblo. Claro que no es sólo eso la cultura, pero también es eso y eso no ocurre hoy en la Universidad.
La Universidad debe comunicar, promover la comunicación y el debate permanente, realizar sus propias publicaciones, impulsar proyectos audiovisuales, construir medios de comunicación propios, concebidos no sólo para dar conocer lo que la Universidad produce, sino también para servir de caja de resonancia de todas las voces, de todas las sensibilidades y pensamientos.

La Universidad para Todos

Un país que pretenda construirse sobre la base de la justicia social y de los más profundo valores democráticos, debe empeñarse en generalizar el acceso a todas las ramas de la educación y a la educación superior, en particular. Ese país obliga a pensar en una educación superior que llegue libremente a todos, promoviendo equidad social y geográfica en el acceso, manteniendo la unicidad de la UdelaR y fomentando el desarrollo local. Una educación de calidad, pertinente, diversa cuyas puertas no se clausuren y sigan abiertas durante toda la vida.
No será posible generalizar la educación superior con estas características si no mejora en accesibilidad y calidad todo el sistema educativo público nacional. Naturalmente, tampoco será posible si los niveles de injusticia persisten en acrecentarse. Esta es una razón más -aunque no la más importante, que la constituyen estrictamente la justicia y el respeto a los derechos humanos- por la que la Universidad debe contribuir al debate sobre toda la educación y debe seguir contribuyendo a la mejora de la calidad de vida de todo nuestro pueblo.

La Universidad para el Desarrollo

La Universidad de la República debe estar profundamente comprometida con el cambio político y económico que requiere nuestro país. Debe contribuir vinculándose, insertándose, formando, investigando, produciendo tecnología nacional, contribuyendo a agregar valor a nuestra producción. No obstante, no es lo mismo comprometerse con el crecimiento económico que con el desarrollo nacional, con la producción que con el trabajo. Comprometerse con un horizonte de desarrollo nacional supone comprender que además de crecimiento económico debe haber justicia distributiva, y pleno respeto de los derechos humanos, en sus vertientes filosóficas, políticas, culturales y económicas.
Una Universidad vinculada con el sector productivo (en su sentido estricto) también debe vincularse con los trabajadores, con los cooperativistas, con las demandas sociales que muy posiblemente no puedan financiar convenios, pero de cuyo abordaje la Universidad Latinoamericana debe ser plenamente responsable.